
El cine en Colombia, como en otros países americanos, ha sido una empresa de quijotes. Primero fueron los camarógrafos europeos que retrataban imágenes exóticas para sus productoras y para la exhibición nacional, luego las pequeñas empresas que soñaron con poder levantar industrias sin dinero, sin técnicos especializados, sin apoyo gubernamental, sin canales de distribución y sin el interés de los exhibidores.Cuando las empresas desaparecieron y empezó el olvido, algunos artistas locos emprendieron su lucha contra los molinos. Los quijotes han quedado casi tan desnudos como en sus primeros días. La mayoría ha decidido renunciar a la lucha o luchar de otra manera desde la televisión, algunos siguen siendo ellos mismos en el video (en el que se muestra o en el que pasa de mano en mano) y unos pocos, que del pasado conservaron su suerte y nombre o que son los herederos e alguna fortuna, siguen haciendo cine y la más vital y bella de las memorias permanece.
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